Conversa con especialistas y descubre si necesitas una alternativa diferente para tu tratamiento contra el Alzheimer.
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El Alzheimer es una enfermedad que provoca no sólo el olvido en quienes la padecen, sino también un abismo de pérdida para sus seres queridos. Con la ausencia de una cura y tratamientos limitados, el mundo científico está en una búsqueda constante de alternativas viables para aliviar sus síntomas. Entre ellos, el cannabis medicinal se ha destacado recientemente como un potencial aliado en esta lucha.
Diversos estudios han sugerido que el uso de cannabis puede mitigar comportamientos agresivos que a menudo se manifiestan en pacientes con Alzheimer.
La pérdida de apetito es un síntoma común en las fases avanzadas del Alzheimer. Los cannabinoides, particularmente el THC, son conocidos por estimular el apetito, ayudando a los pacientes a mantener una nutrición adecuada.
La capacidad ansiolítica del cannabis puede ofrecer un respiro tanto para el paciente como para los cuidadores, haciendo más llevadero el día a día.
Existen investigaciones que sugieren que los cannabinoides podrían tener propiedades neuroprotectoras, salvaguardando a las neuronas de los daños que el Alzheimer puede infligir.
Dado que el cannabis puede ayudar a regular los patrones de sueño, es probable que los pacientes y sus cuidadores experimenten noches más tranquilas y reparadoras.
Consulta Médica Es Fundamental: Antes de considerar el cannabis medicinal como una opción, es imperativo discutir con un profesional médico que tenga un entendimiento profundo del historial y necesidades del paciente.
Enfoque Multidisciplinario: El uso del cannabis medicinal debería insertarse en un enfoque terapéutico integral que también incluya estrategias cognitivas, nutricionales y sociales para el cuidado del paciente.
Entiende está enfermedad sus causas y síntomas, el diagnóstico y tratamientos.
Causas, Síntomas, Diagnóstico y Tratamientos.
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El Alzheimer es un tipo de demencia que causa problemas con la memoria, el pensamiento y el comportamiento. Estos cambios afectan la capacidad de funcionamiento de una persona.
La enfermedad de Alzheimer es actualmente la razón más frecuente de demencia, representando el 65% de los casos registrados, e impacta a las personas a partir de los 60 años en promedio. Este trastorno neurodegenerativo es irreversible y lleva de forma más o menos veloz a la disminución de facultades cognitivas de la persona que lo sufre.
Aunque en la mayoría de los escenarios, el desencadenante exacto de la enfermedad de Alzheimer permanece envuelto en misterio, se identifica una alteración genética en casos excepcionales. De manera anticipada, incluso años previos a la manifestación de los síntomas, dos proteínas específicas, la beta amiloide y la tau hiperfosforilada, comienzan a acumularse en el cerebro. La primera forma placas alrededor de las neuronas, mientras que la tau crea ovillos neurofibrilares en el interior de estas. Aunque la función exacta de estas proteínas en la progresión de la enfermedad sigue siendo objeto de estudio, la teoría predominante sugiere que su acumulación obstaculiza la operación normal de las neuronas, obstaculizando la comunicación entre ellas y, en última instancia, propiciando su degeneración y muerte. Además, ocurren otros procesos, como la inflamación, que podrían ser tanto una respuesta defensiva del cuerpo como un contribuyente al daño neuronal. En aquellos casos de Alzheimer raros y de naturaleza genética, se rastrea la causa hasta una mutación en uno de tres genes específicos: PSEN1, PSEN2 o APP, los cuales alteran el metabolismo de la proteína amiloide y promueven su temprana acumulación.
Manifestándose especialmente en la olvida de eventos recientes y siendo por lo general detectada en las etapas iniciales, ya sea por el propio paciente o su círculo cercano.
Abarcan tanto la expresión como la comprensión, también se manifiestan, presentando pérdida de vocabulario y dificultades para seguir o participar en conversaciones.
Los patrones de sueño también se ven afectados, alterando los ciclos de vigilia y sueño.
Pueden experimentar desorientación temporoespacial, perdiendo conciencia del tiempo y del espacio, y teniendo problemas para orientarse, incluso en entornos familiares.
Van desde cambios de humor hasta, en etapas avanzadas, episodios de agresividad verbal o física.
Se pueden presentar trastorno motrices, que limitan la capacidad de movimiento del paciente y, eventualmente, su habilidad para mantenerse erguido.
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La identificación de la enfermedad de Alzheimer se realiza a través de un diagnóstico clínico, en el cual el profesional médico determina la presencia de la enfermedad basándose en los síntomas manifestados, un examen neurológico y diversas pruebas adicionales, conforme a las directrices médicas establecidas. Los criterios diagnósticos que comúnmente se aplican son los estipulados por el Instituto Norteamericano del Envejecimiento y la Asociación de Alzheimer en 2011. La confirmación mediante el análisis neuropatológico del cerebro bajo el microscopio, en general, no se efectúa mientras el paciente está vivo.
En el presente, la enfermedad de Alzheimer no cuenta con una cura, ni existen tratamientos que impidan su progresión. No obstante, existen intervenciones que han probado ser efectivas para desacelerar el declive cognitivo y funcional y para prevenir o reducir complicaciones ligadas a la enfermedad. Es imperativo enfocar el abordaje de la enfermedad de Alzheimer desde múltiples perspectivas: la aplicación de tratamientos farmacológicos, la implementación de programas de intervención física y cognitiva, y la instauración de medidas de protección social para el paciente.
Diversas investigaciones indican que los programas centrados en intervención cognitiva, actividad física y actividades cotidianas ofrecen beneficios a pacientes con Alzheimer. Aunque existen varias intervenciones y no hay suficiente evidencia para priorizar una sobre otra, estas actividades, dependiendo de su frecuencia, pueden ofrecer efectos positivos. Es vital considerar la etapa de la enfermedad al seleccionar el programa adecuado. Mantener un estilo de vida sano y gestionar los factores de riesgo vascular también es aconsejable, así como proporcionar programas de apoyo y formación para los cuidadores, ya que estos tienen un impacto positivo tanto en la salud del cuidador como en la gestión del paciente con Alzheimer.
Los fármacos disponibles se dividen en dos categorías:
Inhibidores de la Acetilcolinesterasa (IACE): Son fármacos que elevan la concentración cerebral de la acetilcolina, un neurotransmisor que se encuentra disminuido en la enfermedad de Alzheimer. Han mostrado ser efectivos, de manera modesta, en retardar la pérdida de función cognitiva y mitigar las alteraciones conductuales y dificultades en las actividades diarias en pacientes en fases leves a moderadas de la enfermedad.
Antagonista de los Receptores de NMDA: La memantina, que ha demostrado ser efectiva en diversos aspectos como la cognición y el comportamiento en pacientes con etapas moderadas y graves de la enfermedad.
Si los tratamientos tradicionales no ofrecen el alivio deseado o presentan efectos secundarios intolerables, el cannabis medicinal podría explorarse como una alternativa.
Es por eso que recibir atención médica enfocada en aliviar los síntomas, es lo ideal para sobrellevar el diagnóstico.
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